Hay abrazos largos y cortos, abrazos para llegar y también hay abrazos para marcharse, abrazos sinceros o fingidos, hay abrazos verticales y abrazos horizontales, los hay fuertes y delicados, se usan abrazos para dar el pésame y para festejar los goles, hay abrazos paternales y abrazos de pasión, hay abrazos prohibidos, hay abrazos de carne y también, en las cartas, abrazos de papel, hay abrazos con lágrimas, y ciberabrazos.
Están los abrazos que no se dan y los que no debieran haber dado. Los abrazos pequeños y los abrazos para entrar en calor. Los abrazos azules y los salados. Los abrazos de Judas. Los abrazos a plazos y los abrazos con sabor a mandarina. Los abrazos de encargo y los abrazos mortales.
Hay muchos abrazos, claro. Bueno, pues de todo el catálogo mundial de abrazos me quedo sólo con uno: con el abrazo necesario.
El abrazo que se pide cuando se necesita saber que se sigue vivo. Sólo entonces se limosnea el abrazo fuerte y silencioso.
Un abrazo necesario nunca se da tan fuerte como se debe.
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