Los buenos días se dan cuando acaban
La gente da los buenos días nada más despertarse. Son las seis y veintidós. Todavía no ha salido el sol.
No puedo darte los buenos días porque claro, no me fio de las predicciones a estas horas.
Pero; hola, todavía no ha salido el sol y me acuerdo de ti.
No te debes haber acostado hace mucho, pero ojalá lo hayas hecho solo. O al menos pensando en mí.
Estoy desayunando en la ventana. Me encantaría que ahora mismo necesitaras cualquier cosa, solo para que me llamaras y oírte. Me estoy haciendo mayor, o gilipollas, no lo sé.
El caso es que estoy mucho mejor, ya no me duele la cabeza.
Me he levantado por si acaso tu también lo hacías y de esta forma te dolía menos madrugar. Pero claro, seguramente seguirás dormido.
He bebido té para quince y tengo la fuerza de miles. Joder estoy contenta. Que pase algo pronto o esto podría ser permanente ¿Te imaginas? Yo feliz. Sería como volcar el mundo y esnifarme lo que queda. De locos. Como tú.
Hoy no se si tendré el valor para verte; pero que pronto nos veremos estoy segura.
Me voy a poner a leer cuentos de García Márquez apoyando las piernas sobre la ventana. Que entre el aire y me lave la cara. Y que el té me haga olvidar no beberte, por lo menos esta mañana.
Espero que las cosas bien y que a ti no te duela la cabeza; y todo eso que se dice, pero no se piensa.
Me he hecho una foto preciosa viendo como se ponía cachondo perdido el sol y he jurado que me mirabas.
Voy a enmarcarla sobre la cama para que no parezca que se nos olvide que hemos perdido el miedo a que amanezca. A que nos suban la persiana de cualquier antro.
Y bueno, nada más.
Dime "Hola" lo más pronto que puedas.
Un abrazo.
Con lengua.
O con literatura.
Con lo que tu prefieras.
Ojalá conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario